30.9.06

El ojo que ve
Parte I


Gabriel conoció a Don Efraín en un transitado crucero de la ciudad, después que le golpeo el guardafango de su carro; cuando se orillaron para discutir el percance, el joven se percató de que Don Efraín era tuerto, no le dio mayor importancia al hecho por que estaban discutiendo el choque; como no se pusieron de acuerdo en quien era el culpable, decidieron reunirse al día siguiente en un punto neutral, después de intercambiar documentos de identificación y teléfonos.
En su segunda entrevista Gabriel escuchaba la perorata de Don Efraín tratando de minimizar su culpa, Gabriel fijó su mirada en su ojo sano; era una mirada noble de un hombre honesto, desvío su vista a la cicatriz, alcanzó a ver una rendija de luz que lo observaba con coraje contenido y lleno de maldad; volvió su mirada al ojo sano y se dio cuenta que el hombre lo miraba enojado, esperando una respuesta; El joven bajó la vista avergonzado e inseguro, no había escuchado nada de lo que le decía, el bla bla bla había servido de fondo para el intercambio de miradas con el ojo tuerto. Esta sensación era muy incomoda, porque Gabriel no sabia a que ojo mirar, pero se dijo que era natural, todas las personas hacen y sienten lo mismo cuando se enfrentan con alguien que tiene problemas de estrabismo o vista incompleta. Lo que le causaba verdadera zozobra era pensar que cada ojo tenia mandatos diferentes del cerebro de don Efraín; una locura, es cierto, pero lo veía así, entonces decidió no mirar al ojo tuerto. ¡No te miraré, no te miraré!, se repitió un par de veces y fijo una mirada fuerte en el ojo sano. Escuchò y asintió todo lo que el hombre le dijo. ¡No te miraré, no te miraré!
Firmaron dos o tres papeles y se despidieron, quedando de verse un par de días después en un cercano taller de carrocería. Cuando se alejaba sintió la imperiosa necesidad de volver su vista atrás, el ojo tuerto le clavó una mirada llena de odio que lo hizo estremecerse, se alejó rápidamente del lugar sin dejar de sentir una fuerte opresión en el pecho.

Continuarà….
Parte II

Mucho tiempo estuvo Gabriel, pensando en el ojo tuerto, pero al no encontrar respuestas lógicas, no tardo en olvidarlo.
En su siguiente entrevista, Don Efraín dejo muy claro que él se haría cargo de todo el papeleo y pagaría los gastos, así es que no había nada más que hacer, sino despedirse cordialmente. No hubo miradas esquivas, no hubo miradas directas.
Este hecho insólito hubiera pasado desapercibido para Gabriel, de no ser por los acontecimientos extraordinarios y sin explicación científica, que se sucedieron 10 años después.
Gabriel era un hombre trabajador, casado con una buena mujer, dos pequeños hijos; un buen empleo cuyos ingresos le eran suficientes para llevar una vida digna, estaba sano y se sentía realizado. Solo una pena embargaba su corazón: su padre acababa de sufrir una aplopejìa y se encontraba hospitalizado, su estado era muy grave y solo estaban esperando un funesto desenlace, aunque había sido un hombre de carácter agrio, rutinario, sumamente estricto y poco cariñoso, no dejaba de dolerle el hecho de verlo postrado y conectado a un respirador artificial. Habìa sufrido muerte cerebral y no había ninguna esperanza de recuperación.
Gabriel esperaba en una tienda de autoservicio a que su mujer terminara de hacer las compras, cuando paso junto a él un hombre rechoncho y rubicundo. Iba muy sonriente empujando el carrito del supermercado; Gabriel inmediatamente lo reconoció. ¡Don Efraín tenia dos ojos! Su porte, su carácter, la mirada altiva, eran en respuesta de la seguridad que le daba no ser más ya un tuerto. Cuando Gabriel lo conoció en el pasado, era un hombre gris, con poca autoestima, titubeante, nervioso y de mirada huidiza, personalidad completamente comprensible. Se acercó rápidamente y le extendió su mano franca.
-Don Efraín, ¿se acuerda de mi?
El hombre lo miró dubitativo unos segundos
-Tuvimos hace años un percance con los autos, Soy Gabriel
-Gabriel ¡que gusto verte, te ves muy bien!.
-No más que Usted, ¡luce usted muy diferente!
-Ja, ja, seguro te refieres a mi nueva personalidad, verdad? Le dijo en voz baja, y en tono muy alegre.
-Si, a eso me refiero.
- Me he operado, tengo un implante postizo, una prótesis ocular; aunque sigo viendo sólo con mi ojo izquierdo, la gente que hoy me conoce, a veces no lo nota.
-Quiere decir… que usted no ve con su ojo…
-Ja, ja, claro que no, en la operación que me hicieron tuvieron que extirparme el globo ocular para poder hacer el implante, incluso el nervio tuvo que ser extirpado completamente.
-Pero usted me ve, le dijo Gabriel, mis ojos ven un ojo que ve…
-No, Muchacho, qué más quisiera yo. En fin, ahora soy un hombre nuevo, esta prótesis ha cambiado mi vida, bueno, te dejo, me dio gusto haberte visto.
-¡Espere Don Efraín, -espere,usted dirá que estoy loco, pero algo pasa, por favor, salgamos de aquí.
Gabriel prácticamente arrastró al hombre afuera del supermercado, se planto con los brazos en jarro frente a el y le dijo: Usted me ve, de eso estoy seguro, no se còmo, no se porqué, pero usted me ve. Don Efraín pareció molestarse, pero mantuvo la calma.
-Don Efraín, por favor, téngame paciencia; -mire, estoy seguro de lo que le digo, cuando yo lo conocí sentí la misma ansiedad que siento hoy, sólo que no tenía ni la confianza ni la certeza para asegurarlo, pero por favor, tape usted su ojo izquierdo y ¡míreme!
El hombre tapó su ojo sano, Gabriel miro su ojo falso y espero unos segundos.
Don Efraín se puso pàlido, abriò la boca; quitò un par de veces su mano y la volvió a colocar sobre su ojo sano.
-¡Te veo, te veo!, cerró fuertemente sus dos ojos, giró la cabeza a otro lado y repitió la operación –¡No veo! mirò arriba, abajo, mirò sus zapatos, mirò al sol, -no veo, -¡pero... ¡Te veo!, a ti si te veo…..
Continuará


Parte III

Efrain casi sufre un infarto por la impresión, lo que le estaba ocurriendo era inexplicable, completamente irreal, sin ningún fundamento mèdico, sin embargo su ojo falso podía ver perfectamente a Gabriel, no veìa ninguna otra cosa màs, no veìa fuera de su silueta; Gabriel no entendìa tampoco nada de lo que pasaba, sòlo sabìa que el ojo lo miraba, se veìa asi mismo, reflejado en su pupila, veìa su luz y sentia la mirada de Efraín en sus propios ojos, lo mismo que cuando veìa otros ojos.
Este acontecimiento marco sus vidas para siempre.
Decidieron consultar al mèdico que hizo la operación. El galeno escucho pacientemente el relato que le hicieron atropelladamente e interrumpiendose uno al otro constantemente. Se levantò sin hacer ningún comentario, tomo su iridoscopio y procediò a revizar el ojo derecho de Don Efraín minuciosamente; al cabo de un buen rato, regresò a su asiento tras el escritorio; viò a cada uno y les dijo: Yo no sè que artimaña persiguen, no entiendo cual es el objetivo de èsta patraña, pero les advierto, que no permitirè, bajo ninguna circunstancia, que me hagan victima de algun fraude o chantaje. Pueden retirarse.
Los hombres se quedaron boquiabiertos, se miraron uno al otro, pero la mirada dura y decisiva del doctor, les hizo comprender que ya nada más tenian que hacer en el consultorio.
Hicieron otra visita a otro mèdico, que no tenìa antecedentes del historial clinico de Efraín y el resultado fuè el mismo, incluso èste llegò màs lejos, los amenazò con ir a la policía si trataban de burlar con su acto de circo a la ciencia mèdica, así es que derrotados se sentaron en la banca de un parque a meditar. Ya habìan hecho pruebas y màs pruebas con el ojo postizo y siempre el resultado era el mismo, el ojo que ve se tapaba y el implante veìa a Gabriel haciendo gestos, saludando, cerrando los ojos, en distintas posiciones lugares y tiempos, incluso de noche. Gabriel se acercaba al ojo a escasos centímetros y veìa una pupila viva, entonces la conclusión era la misma ¡este ojo ve!.
-Esto es absurdo, irracional, dijo Efraín
-¿Paranormal? Le contestò Gabriel -¡¡
Eso es, es paranormal, consultemos una médium¡¡
Continuarà


El ojo que ve
Parte IV

Ema Alzùa era una vidente que se anunciaba por Internet como “Experta en la lectura de las cartas del Tarot”. Su vida mediocre como ama de casa, su reciente viudez y una hija en plena adolescencia la habían hecho decidirse a anunciarse para ganar un poco de dinero sin tener que salir de casa. Su abuela le había enseñado la lectura de las cartas, y con su gran poder de observación a las personas había ganado una pequeña fama como “muy buena”. Nació con un don, difícil de entender para el común denominador de la gente; percibía con gran claridad el estado de ánimo de las personas, sabia cuando una persona se encontraba en problemas, èste poder lo había utilizado siempre para ayudar a sus familiares y amigos, pero ahora que tenia necesidad había decidido sacarle provecho.
Cuando Gabriel y Efraín llegaron a su consultorio, sintió un golpe de pecho, una sensación de bienestar la embargó. Así se lo expresò a los hombres antes de que ellos pudieran hablar. Esto los tranquilizó mucho y se sintieron en confianza, sin embargo no le expusieron su asunto que los llevó hasta su consultorio, solo le dijeron que querían una lectura del Tarot.
Primero se acomodò en la mesa Don Efraín. Ema tirò sus primeras 5 cartas en forma de cruz Celtica.

El diablo: Ema apuntó con el dedo sobre la carta invertida: algo muy malo daño tu vida en el pasado, Hay un hombre que la destruyó para siempre.

El juicio: Hay una Luz, una gran luz que cambiarà tu vida

Templanza: Algo muy grande está por suceder, se prepara algo extraordinario en tu vida, tiene que ver con la luz y con el hombre que la destruyó.

El mundo: Un obstáculo que no depende de tì, te impedirá que la luz llegue a tu vida, pero es a corto plazo, deberás esperar.

La muerte: Renacimiento, felicidad, Luz, una gran amistad.

Don Efraín, algo nuevo está por llegar a su vida, lo veo en sus ojos, tienen una luz especial, no es material, ni espiritual, es algo que usted necesita para vivir, como el aire, no puedo decirle más.

Sentada frente a Gabriel, Ema tirò sus arcanos. La cruz que estaba frente a sus ojos, era la misma que apareció con Don Efraín.

Una increíble coincidencia, pues tenia 78 cartas barajadas.

El diablo: Un hombre muy malo está vinculado fuertemente a tu vida, este hombre daño severamente la vida de otra persona cercana a ti.

El juicio: Hay una luz, una gran luz que depende de ti encontrar, eres portador de una luz, tu tienes que encontrar una luz.

Templanza: Algo muy grande está por suceder, se prepara algo extraordinario en tu vida, tiene que ver con la luz, con el hombre malo, el hombre malo tiene la luz

El mundo: un obstáculo te impide llegar a la luz, deberás esperar

La muerte: la muerte de un ser querido muy cercano a ti esta cerca, te hará sufrir, pero es inevitable, al final de la muerte esta una luz.

Ema guardó silencio, vio largamente a Gabriel y le dijo: algo inesperado, increíble te rodea, busca una luz, no se que es, pero tiene que ver con el hombre que entró antes que tu, hay un hombre que los une, es todo lo que puedo decirte.

Cuando salieron del consultorio, Gabriel y Efraín estaban muy pensativos. Don Efraín, un hombre sencillo y poco perceptivo casi no entendió lo que le dijo la lectora de cartas, sin embargo supo que la luz tenia que ver con sus ojos y su vista.

Gabriel en cambio, estaba prácticamente en trance, a boca de jarro le dijo: “no me ha contado como perdió su ojo, pero venga conmigo, tengo un presentimiento”

Los dos hombres se pararon junto a la cama del hospital donde se encontraba el padre de Gabriel moribundo. Efraín lo miró, apretó fuertemente los labios, dio media vuelta y salió del cuarto.

Rápidamente Gabriel lo alcanzó, enarcó las cejas y esperó:

Gabriel: tu padre es el hombre que dañó mi vida para siempre. Está muy viejo, muy acabado, pero nunca olvidaré su rostro.

Continuarà
El ojo que ve
Parte IV

Don Agustín era un hombre sumamente delgado y de gran altura, por estas cualidades físicas siempre andaba encorvado, además usaba bordón y aunado a su carácter frió le daban un aspecto temible. Su esposa le temía como al diablo. El cuarto de su pequeño Gabriel, de meses de nacido, era su refugio, en cuanto escuchaba sus pasos corría y se sentaba junto a la cuna. Había hecho una pequeña fortuna en el negocio de alquiler; tenía una colonia completa de casas de renta, para la clase pobre trabajadora, pero era un usurero y cobraba altas rentas. Sumamente avaro, dedicaba el día completo a calcular intereses moratorios y revisar rentas atrasadas.
Don Efraín Gonzáles, estaba pasando por una mala situación económica; estaba desempleado, debían meses de renta y apenas subsistían con los productos de belleza que Doña Carolina vendía a sus vecinas; Efraín de 14 años, se daba perfectamente cuenta de esta situación, pero sus padres no habían querido que abandonara la escuela y trabajara, como èl quería, para ayudar en los gastos de la casa.
Un día llego a su pequeña casa Don Agustín, acompañado de un actuario y dos ayudantes, les mostró una hoja oficial del Juzgado; era una orden de desalojo. Sus padres angustiados trataron de mediar con su arrendador, pero fue en vano. Les dijo: “sacaré sus mugres cosas a la banqueta”. Su madre se puso a llorar, su padre apretó los puños. Cuando Agustín se dio la media vuelta para dar la orden a los ayudantes, al niño se le nubló la vista y la razón, corrió tras èl y empezó a darle patadas desesperado, mientras las lagrimas corrían abundantes por su cara morena. Don Agustín volteo furioso, lo vio hacia abajo como a un bicho, lo tomo del cuello de la camisa del uniforme, lo levantó en vilo, lo zarandeó y después lo aventó como un trapo viejo hacia la banqueta, su cabeza rebotò contra el cemento y fue a dar de bruces en un pequeño arbusto que crecía al pie de la misma, con el impacto del golpe quebró una gruesa vara y èsta se introduzco directamente en su ojito.

*************


Muchos días estuvo Efraín en la sala de urgencias del Seguro Social. Cuando lo llevaron en la cruz roja, con su cara sangrante, los paramèdicos, al darle la primera valoración, les dijeron a sus padres que su ojo no podría salvarse. Habían perdido todo, su casa, sus muebles, su dignidad, pero nada era comparable con èsto, que su hijo perdiera su ojo era además de doloroso y traumático, era insuperable. Efraín estuvo muchos días internado, con fuertes dosis de antibióticos para prevenir una infección. Una gran depresión lo mantenía siempre dormido. Despertar a la realidad era muy difícil para un jovencito de su edad, pero lo peor, vino después, cuando tuvo que integrarse de nuevo a su vida escolar; ya no era mas Efraín Gonzáles, era ahora un tuerto, tuerto para siempre. Cierto que al principio tuvo el apoyo de sus amiguitos màs cercanos y algunos maestros muy condolidos, pero al paso del tiempo y cuando las cosas se enfriaron, cuando la rutina se apodera de las personas, empezó su calvario; era objeto de mofas, burlas, ironías, de todos sus amigos, sus maestros, sus vecinos; gente desconocida que se le acercaba y veía insistentemente su cicatriz. Cansado de tanta burla, de años de desprecios y desdichas, decidiò vivir al màrgen de su ojo y casi lo consigue, cuando Gabriel se atravezò con su carro en su camino.
Cuando Don Efraín termino de contarle la historia a Gabriel estaba cabizbajo, ni una lágrima derramó, en cambio Gabriel no podía contener los sollozos que se escapaban incontrolables de su pecho, apretaba la manos y le parecía estar sintiendo en carne propia el dolor y la desesperación de ese niño que su padre había maltratado; cuánto odio y dolor había causado su usura.

Gabriel estuvo toda esa noche en vela; recordando y repasando los episodios que habían hecho involucrarse en la vida de Don Efraín; primero el golpe de sus carros y el primer aviso de su ojo tuerto, esa cicatriz que años atrás lo perturbò por un tiempo. No había duda de que algo misterioso rodeaba sus vidas, incomprensible, fuera de toda teoría mèdica y científica; luego, tuvieron que pasar 10 años para que el destino los volviera a unir, justo en el preciso momento en que su padre estaba por terminar su vida; de pronto, Gabriel dio un salto en la cama,
-¡lo tengo, lo tengo, la luz, si... la luz!.

Al día siguiente, Gabriel hizo todos los preparativos médicos y legales para que a la muerte de su padre se donara su ojo derecho a Don Efraín; no hubo reproches de su madre, de sus hermanos, tíos o primos que lo convencieran de lo contrario, siendo el mayor de sus hijos firmó todos los documentos, imperturbable.


Tres días después, un bella tarde, en vísperas de navidad, mientras Gabriel esperaba frente a Don Efraín a que el médico terminara de quitar la venda de su cabeza, Gabriel recordaba vìvidamente los sucesos inexplicables que los habían unido.
¿Qué fuerza sobrenatural había hecho posible que sus ojos miraran un ojo falso con tanta luz como miraba cualquier otro ojo?. ¿Qué poder desconocido había sido transmitido a Efraín para que pudiera ver a Gabriel con un ojo de plástico? ¿Cómo explicar los extraños lazos de afecto que los unieron antes y después de las lecturas de las cartas? ¿Y la señal inequívoca de la Luz? Inexplicable y maravilloso era en verdad este extraño suceso.

***

El médico dejó la venda en la mesita de servicio; lentamente Efraín abrió sus ojos y se llevó las manos al pecho; pasaron unos segundos que a Gabriel le parecieron eternos; de pronto le dijo, mientras las lagrimas bañaban su cara y un leve temblor sacudía su cuerpo:
- ¡Te veo, Gabriel, Te veo! ¡mi ojo te ve!
-¡Yo también lo veo, Don Efraín, yo también lo veo! ¡mi ojos lo ven¡

FIN

3 comentarios:

sirena motza dijo...

wow!..
que buen final! ;)

Pablo dijo...

Sin palabras :)

Pina dijo...

qué linda familia!

Saludos, Marmo