8.4.06

El cuadro
Parte IV

Muchos meses se quedó el cuadro olvidado arriba del ropero, hasta que Juan se acordó de el.
Lo tomò con cuidado, sacudió la gruesa capa de polvo y... ¡ya no estaba la mancha blanca de pintura!.
Observó detenidamente el cuadro; atribuyo este extraño fenómeno, a la composición química de las pinturas o al material de cartón. Miró de nuevo su cuadro:
Era una bella casita al pie de la montaña, un prado, unas nubes y una puerta enorme, decidió que le faltaba vegetación, combinó algunos colores para formar verde, dio muchos pincelazos, ésta se hizo espesa y oscura; pero le gustò.
Siguió pintando vegetación hasta que casi no se veía la casa; entonces cambió el tamaño de la casa agrandando sus paredes, cambio las dimensiones hasta que sobresalió de la espesa vegetación.El cielo claro y radiante lo cambió por un pardo atardecer, así es que pintò un cielo oscuro lleno de negros nubarrones.
Un día al mirar su cuadro de lejos, vio a través de las paredes un pasillo que no existía y vio otra vez a la mujer que caminaba esta vez, ¡de frente hacia él!.
Inspirado, empezó a pintar a la mujer de espaldas en el reverso del cuadro, pero no utilizò el pincel adecuado y no pudo definir los trazos suaves y le quedó un cráneo informe, que parecía caricatura.
Este proceso le dio mucho coraje.
Pintaba con rabia, con el puño apretado. Las venas de la mano se saltaban y ensanchaban la piel, su nudosa garganta se tensaba, así pintaba y pintaba, Mientras pintaba más moría de rabia y era tanta la rabia que no podía dejar de pintar. El cuadro lo esperaba cada tarde, al llegar del trabajo lo miraba, pensaba: ahorita que descanse iré contigo, pero no descansaba, pintaba y pensaba: necesito terminar este cuadro, pero terminarlo lo asustaba.
Muy desilusionado con “la mujer”, tapó todo con pintura color crema y volvió a dibujar; la segunda versión quedó menos fea, y continuó con el cuello, le quedó muy largo pero siguió con el cuerpo.
Estuvo mucho tiempo viendo su pintura; le desagradaba, le molestaba su incapacidad para plasmar lo que quería, le desilusionaba su poca habilidad.
Un día, muy cansado de combinar colores, tomó una brocha, la empapó de pintura gris, pintó un gran cuadro tapando a la mujer, guardó su estuche de pinturas, guardó el cuadro arriba del ropero, lavó después muy bien la brocha, lavó sus manos, su cara; se secó parsimoniosamente y se fue a dormir.


Fin

1 comentario:

Anónimo dijo...

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